Existen varias razones por las que la campaña electoral de cara a las elecciones del 25 de septiembre ha sido inusual en Italia. Una de ellas es que, por primera vez después de muchos años, ha tenido lugar durante el verano, mientras los italianos aún estaban de vacaciones.
En vista de una crisis energética sin precedentes que ha afectado a las empresas y a los hogares como consecuencia de la guerra en Ucrania, da la sensación de que las próximas elecciones del país transalpino no están en la lista de prioridades de muchos.
El problema es que estas elecciones son, con diferencia, de las más importantes que ha visto el país en años. El próximo gobierno será el encargado de poner en marcha las reformas y de cumplir los objetivos para recibir una gran suma de fondos procedentes de la Unión Europea.
La campaña electoral también ha sido diferente: la comunicación se ha realizado principalmente a través de las redes sociales y los líderes políticos se han dejado ver más en internet que en las calles.
Para los potenciales votantes que no han seguido las redes sociales y las plataformas digitales o los debates, la esperanza es que puedan informarse a la manera tradicional, lo que significa encontrar el tiempo y la voluntad para leer los programas políticos.
Sin embargo, los últimos sondeos publicados a principios de septiembre muestran que alrededor del 35% de los italianos no quieren volver a las urnas, una tendencia que, de confirmarse, podría situar la participación en un mínimo histórico, según los analistas.
El reciente debate cara a cara, transmitido por internet, entre la ultraderechista Giorgia Meloni y el centroizquierdista Enrico Letta, organizado por el periódico italiano il Corriere della Sera ha servido para despejar dudas sobre los dos candidatos con más intención de voto. Aunque la tendencia de las encuestadoras sitúan a Meloni a la cabeza, lo cierto es que la desapercibida y a la vez volatil campaña electoral podría definirse el mismo 25 de setiembre.