Los estudiantes en Italia emplean cuatro tipos de acoso escolar: Verbal, Físico, Social y Ciberbulling.
A pesar de ser un país de primer mundo, Italia también es víctima de grandes problemas que golpean duramente a nuestra sociedad desde los cimientos. El bullying, considerado el gran disgusto social a inicios de la década pasada, volvió con fuerza a los colegios italianos que, mayormente, tienen como víctimas a menores originarios o descendientes de latinos.
El bullying se refiere a un comportamiento violento e intimidatorio que se ejerce de manera verbal, física o psicológica entre niños y adolescentes durante la etapa escolar. En Italia, este acoso suele ser practicado contra niños que se caracterizan por ser sumisos, tener dificultades para defenderse, presentar baja autoestima, ser inseguros o porque se diferencian de sus compañeros por diversos motivos.
Durante los últimos meses, sen han reportado muchos casos de bullying contra niños oriundos o con descendencia latina en numerosos colegios de Italia. Este acoso manifiesta burlas raciales por el aspecto físico o condición social de los estudiantes latinoamericanos, siendo una gran problemática para la comunidad latina en Italia.
Generalmente, estos tipos de acoso comienzan con burlas que se van intensificando hasta que, en muchas ocasiones, derivan en agresiones físicas o verbales que, como consecuencia, generan daños psicológicos y emocionales en el niño afectado.
En Italia, se suelen aplicar cuatro tipos de bullying: Bullying verbal, Bullying físico, Bullying social y Ciberbullying. Lamentablemente, el acoso escolar contra niños latinoamericanos puede dejarle duras secuelas, como alteraciones de sueño, depresión, ansiedad, dolor de cabeza, falta de apetito, pensamientos suicidas, entre otros.
De acuerdo a psicólogos, con una intervención simultánea sobre los individuos, sus entornos familiares y la institución educativa, es posible arrancar el bullying de raíz. Las escuelas tienen la obligación de fomentar la comunicación entre alumnos y docentes. Así se evita que los casos de maltrato sean invisibles para el personal de la institución, especialmente para los encargados de la disciplina y asistencia psicológica.